El Origen de la Confianza

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Todo grupo formado por seres humanos, para funcionar, necesita de ese sentimiento que nos permite descansar, apoyarnos en las habilidades y en la buena voluntad de los demás.

Todos necesitamos CONFIANZA.

Si no hay confianza, llega la tensión, el desgaste mental de una imaginación demasiado ocupada, que puede llegar a visualizar todo tipo de adversidades.

Ahí es donde la confianza se convierte en un factor de paz mental.

Y eso que no hemos empezado a hablar de la confianza como elemento en las relaciones humanas. Para desgastarnos, muchas veces nos basta con torturarnos por las circunstancias que están fuera de nuestro control.

Tengamos algo siempre presente: La confianza empieza con nosotros mismos.

Los grandes líderes han sido personas confiadas, primero, en sí mismos. Supieron lo que sabían y podían hacer para lograr sus respectivas metas. Y al darse cuenta de sus limitaciones – ya sea de conocimiento, tiempo o capacidad – confiaron en alguien más.

Cuando la confianza en sí mismo va más allá de lo normal, significa que el ego ya entró como levadura a sacar las cosas de proporción. Muchos individuos y líderes olvidan que son limitados e incurren en un exceso de confianza. Sin saberlo, ellos están cimentando su propio fracaso, que tarde o temprano les llegará.

Un factor de balance es la humildad, ese justo medio donde no se confía de más en sí mismo, pero tampoco se confía de menos.

Cuando el líder reconoce para qué es bueno, fácilmente puede apoyarse y confiar en los demás. ¿Cómo se rompe la confianza?  Cuando una de las partes no cumple con las expectativas.

En mi experiencia trabajando con líderes y empresarios, hemos identificado tres factores fundamentales:

1.- Evaluar si la persona tenía claras las expectativas sobre su desempeño. ¿Le dijimos con claridad lo que esperábamos en tiempo y forma? ¿Se dio por enterado? ¿Se establecieron unidades de medición?

2.- Determinar con honestidad si elegimos bien al nuevo integrante de nuestro equipo; si tiene el perfil correcto para las funciones que se le asignaron. Dejar fuera de esta evaluación la relación personal o la recomendación de algún familiar o amigo. Cuidado cuando el ego nos impida reconocer el error de haber contratado a alguien.

3.- Corroborar la compatibilidad de todos los integrantes de nuestro equipo con los valores de la organización, en lo que somos, en lo que creemos y en lo que hacemos todos los días. No es lo mismo llegar a trabajar solamente para recibir un sueldo a saberse parte de un proyecto empresarial que impactará la vida de muchas personas. Hay que decirlo aunque nos duela: Si no hay compatibilidad, difícilmente habrá remedio.

Y si usted es líder, empresario o ejecutivo, le tengo una noticia: Estos tres factores son su responsabilidad. Usted es el origen de la confianza.

Sobre cada uno de estos factores comentaremos en una próxima colaboración.

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